Historia de Cuba

… nada hay más justo (…) que dejar en punto de verdad las cosas de la Historia. José Martí

Ministerio de Estado – Órganos de la República de Cuba

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Exponer, aunque sea someramente, la historia diplomática de Cuba en más de medio siglo de República, resulta casi labor imposible de realizar, si se desea recoger los acontecimientos más sobresalientes registrados en las relaciones internacionales de Cuba y destacar los lineamientos generales de una política que, en el transcurso de los años, fue perfilándose y adquiriendo caracteres muy propios dentro del concierto de las naciones.
Cuba, en su más de medio siglo de existencia republicana, logró conquistar una posición cimera en el mundo democrático, por haber ajustado siempre su política internacional a las más estrictas normas del Derecho, y defendido en todo momento el derecho de los pueblos a la libre determinación, sin presiones externas y en un plano de igualdad absoluta.
El período de los gobiernos revolucionarios – de la era heroica en que los cubanos lucharon por la independencia patria – marcó ya, desde aquel entonces, una proyección firmísima de lo que, al devenir de los años, habrían de ser normas y postulados internacionales de la República de Cuba en el orden internacional.

El tránsito intervencionista, desde la terminación de la Guerra Hispano – Cubano – Norteamericana, que culminó con la instauración de la República, el 20 de mayo de 1902, preparó los cimientos para un ordenamiento de la política internacional cubana.
La Orden Militar de 1ro de enero de 1900, firmada por el general Adna R. Chaffee como Brigadier General, Jefe de Estado Mayor del Cuartel General establecido por la ocupación norteamericana, disponía la administración del Gobierno Civil en este país por medio de seis Secretarías, cada una a cargo de su secretario correspondiente.
Conforme a esa Orden Militar, dictada – según se expresa en la misma – para mejorar la organización de los servicios civiles de Cuba, quedaban establecidas las Secretarías de Estado y Gobernación; Hacienda; Justicia, Agricultura, Comercio e Industria; Instrucción Pública y Obras Públicas.
La Secretaría de Estado y Gobernación fue encomendada ulteriormente al señor Diego Tamayo y Figueredo.
Este Departamento tuvo desde entonces las delicadas funciones de acoplar las relaciones exteriores e internas de Cuba a la nueva situación creada por el cese de la soberanía española, y de resolver los casos que en el orden de la política internacional comenzaban a presentársele al gobierno provisional interventor.
Al hacer entrega el general Leonardo Wood, por disposición del Presidente de los Estados Unidos de América, señor Teodoro Roosevelt, con fecha 20 de mayo de 1902, del gobierno y mando de la Isla de Cuba, al primer Presidente de la novel República, Don Tomás Estrada Palma, se expresó en el documento de traspaso “que la ocupación de Cuba había cesado y el Gobierno Militar había terminado”.
Esta transferencia de Gobierno llevaba implícita, como expresa condición, el reconocimiento de todas las obligaciones contraídas por los Estados Unidos de América respecto de Cuba, a virtud del Tratado celebrado entre los Estados Unidos y la Reina Regente de España, y que fuera firmado en París, el diez de diciembre de 1898.
Este fue el primer compromiso internacional contraído por la naciente República de Cuba, y de allí partió prácticamente la cadena de arreglos, tratados y convenios internacionales – tanto bilaterales como multilaterales – que fueron formando el cuerpo de la política exterior de Cuba.
En el propio documento de transferencia de Gobierno y Mando de la Isla de Cuba, el Presidente de los Estados Unidos expresaba que los Estados Unidos tienen entendido que el Gobierno actual de Isla de Pinos continuaría como un Gobierno “de facto”, a reserva de resolver el dominio de dicha Isla mediante un Tratado, con arreglo a la Constitución cubana y al mandato de la Ley de los Estados Unidos.
El primer Presidente de la República de Cuba Don Tomás Estrada Palma declaró, al tomar el poder, que el Gobierno de la República asumía todas y cada una de las obligaciones que se impuso respecto a Cuba el Gobierno de los Estados Unidos por virtud del Tratado de París, obligándose así la República a este compromiso internacional.
Una de las primeras decisiones del nuevo gobernante fue, en aquel entonces, la designación del hombre que debía regir los destinos de las relaciones internacionales de la República, nombrándose Secretario de Estado y Justicia (pues ya había sido elevada a Secretaría independiente la de Gobernación o asuntos interiores) al ilustre cubano Don arlos de Zaldo y Beurmann.
Aunque éste inició sus actividades públicas dentro del Autonomismo, se inclinó en 1892 a relacionarse con el grupo de los que tendían a la Revolución. Se vio obligado a emigrar debido a sus actividades contra la Metrópoli e ingresó poco después en la Junta Revolucionaria de Nueva York, colaborando muy estrechamente con Tomás Estrada Palma.
Posesionado de la cartera de Estado y Justicia, Carlos de Zaldo dictó, con fecha 31 de mayo de 1902, el decreto presidencial número 22, dejando organizado el Departamento de Estado. Este era formado sólo por un director, tres jefes de Negociados, un traductor, dos oficiales de administración, tres oficiales (sin clasificación), dos oficiales pendolistas, cinco auxiliares, un portero, dos ordenanzas y tres mozos de limpieza.
Carlos de Zaldo negoció los Tratados Permanentes y de las estaciones carboneras y navales que, según el artículo VII de la Ley del Congreso aprobada el 2 de marzo de 1901 y el artículo VII del Apéndice a la Constitución de la República de Cuba promulgada el 20 de mayo de 1902, dispuso que: “para poner en condiciones a los Estados Unidos de mantener la independencia de Cuba y proteger al pueblo de la misma, así como para su propia defensa, el Gobierno de Cuba venderá o arrendará a los Estados Unidos las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales en ciertos puntos determinados que se convendrán con el Presidente de los Estados Unidos”.
Por este Tratado se cedieron a Norteamérica las tierras comprendidas en la zona de Guantánamo, donde se halla actualmente la base naval de Estados Unidos.
Con fecha 2 de julio de 1903 se concertó otro Convenio entre Cuba y los Estados Unidos, reglamentando el arrendamiento dé las Estaciones Navales y Carboneras, hecho en febrero del propio año.
También tomó parte Carlos de Zaldo en las negociaciones para el empréstito de 35 millones de pesos que fue emitido por conducto de la firma de Speyer y Co., presentando su renuncia en junio de 1904, por mostrarse inconforme con distintas leyes promulgadas.
Durante este periodo fue dictada la Resolución de fecha 4 de agosto de 1903, disponiendo que la dirección cablegráfica del Departamento de Estado sería “Sesto-Habana”.
En esta primera fase de las relaciones exteriores de Cuba, aparecían sólo tres Legaciones: una en los Estados Unidos; otra en España y otra en México; un Consulado General en Alemania y Consulados en Bélgica, Francia, Guatemala, Italia, Venezuela y Uruguay.
La política internacional de Cuba cobró nuevos bríos y orientaciones más precisas con el advenimiento a la Secretaría de Estado de Manuel Sanguily y Garritte, después de haber pasado por esta posición cubanos dignísimos como Carlos E. Ortiz Coffigny, Juan Francisco O’Farrill y Chapottin y Justo García Vélez.
Manuel Sanguily y Garritte tomó posesión de la cartera de Estado el día 22 de enero de 1910, nombrado por el Gobierno liberal del general José Miguel Gómez.
En el desempeño de su cargo, Manuel Sanguily .tuvo que afrontar situaciones muy difíciles para Cuba, de orden exterior, derivadas algunas de ellas del movimiento veteranista opuesto a que ocuparan cargos públicos los desafectos a la independencia de la República; de la denominada reclamación tripartita, por daños causados con motivo de la guerra a súbditos de Inglaterra, Francia y Alemania; y del alzamiento de los Independientes de Color en 1912.
En enero de 1914 ocupó la Secretaría de Estado Pablo Desvemine y Galdós, decidido partidario de la libre emisión del pensamiento; por cuyo derecho mantuvo intensas campañas, realizando estudios sobre esta materia, que le ganaron renombre internacional.
Fue sustituido en mayo de 1921 por Rafael Montoro y Valdés, figura destacada de la política cubana, que tanto contribuyó a la aprobación del tratado comercial entre Cuba y la Gran Bretaña, así como de otros arreglos internacionales que beneficiaron notablemente las relaciones comerciales con países de América y Europa.
El doctor Carlos Manuel de Céspedes asumió la Secretaría de Estado el 17 de junio de 1922. A partir de esta fecha intensificó notablemente las relaciones exteriores del país, poniendo en ejecución todos los conocimientos que su amplia labor diplomática en el exterior le había permitido obtener. A Céspedes se le atribuyó una participación directa y esencial en el inicio de las negociaciones para concertar el Tratado Comercial entre Cuba y España, que resultaron un éxito definitivo.
Cupo a Don Rafael Martínez Ortiz presidir, como Secretario de Estado, la Conferencia Panamericana de 1928, así como atender todo lo relacionado con la visita hecha a Cuba por el Presidente de los Estados Unidos Mr. Calvin Coolidge.
Durante su mandato – de noviembre de 1926 a diciembre de 1930 – se registraron en la República importantes eventos internacionales, firmándose además tratados con España y Francia.
De diciembre de 1930 a abril de 1931, en que ocupó la Secretaría de Estado el doctor Francisco María Fernández, fueron firmados importantes convenios internacionales, entre éstos el de bultos postales con Alemania; el radiotelegráfico con México; el de extradición y consular con Panamá; el de extradición ítalo – cubano; el comercial con Francia, muy favorable al azúcar y tabaco de Cuba; el de extradición con el Brasil, y varios con España, Portugal, Chile, China y otros países.
Le sustituyó en el cargo de Secretario el doctor José Clemente Vivanco, que permaneció hasta abril de 1932, cuando fué a su vez sustituido por el doctor Orestes Ferrara.
El 12 de agosto de 1933, al caer el régimen de Machado asumió la cartera de Estado, en difíciles momentos para la República, un diplomático de vasta experiencia y grandes méritos: Manuel Márquez Sterling, cuya gestión en México, como representante diplomático, diera gloria a Cuba al realizar ingentes esfuerzos para salvarles la vida al presidente de esa República hermana, Francisco Madero, y al vicepresidente Pino Suárez, víctimas, al fin, de la revolución azteca.
Fue designado nuevamente Secretario de Estado por el entonces Presidente de la República, doctor Ramón Grau San Martín, en enero de 1934; tomando posesión del cargo de manos del doctor Almagro, que lo desempeñaba interinamente, y haciéndole frente a la situación creada en Cuba al dejar la presidencia el doctor Grau San Martín y dimitir también su sustituto el ingeniero Carlos Hevia.
Márquez Sterling se encargó del Poder Ejecutivo interinamente, en esta ocasión, no como Presidente, sino como Secretario de Estado.
Convocada la Junta de Sectores, se acordó designar Presidente al coronel Carlos Mendieta. Dos días después, Manuel Márquez Sterling cesó como Secretario de Estado, reintegrándose a su cargo de embajador en Washington. Meses más tarde, firmaba a nombre de Cuba el Tratado abrogatorio de la Enmienda Platt. Ocupaba entonces la Secretaria de Estado el coronel Cosme de la Torriente, a cuya gestión también se debió el éxito total de estas negociaciones.
Sucesivamente ocuparon la cartera de Estado los doctores José A. Barnet (que luego fue Presidente provisional de Cuba), José Manuel Cortina, el general Rafael Montalvo, Juan J. Remos, Miguel A. Campa, José A. Martínez-Viademonte, Emeterio S. Santovenia, etc.
Puede afirmarse, sin hipérbole, que las relaciones exteriores de Cuba y su política internacional cobraron nuevo sentido y tónica más firme y decisiva a partir de 1933, en que Cuba reformó toda su arquitectura interior y exterior, buscando en el concierto de las naciones la posición justa que debía ocupar.
Las nuevas proyecciones – dentro de las doctrinas que eran básicas y fundamentales en las relaciones exteriores – cobraron fuerza con el advenimiento del “Autenticismo” al Poder.
Si bien en 1941 se consolidó la posición económica de Cuba al firmarse un Convenio Suplementario al de Reciprocidad Comercial de 1934, modificado por el Convenio de diciembre 18 de 1939 con los Estados Unidos, manteniéndose el criterio del doctor José M. Cortina de que la América debe coordinar su comercio de acuerdo con los derechos naturales de producción de cada zona geográfica; no es menos cierto que esta política proteccionista a los intereses de la República no tuvo su justa aplicación hasta el advenimiento del “Autenticismo”, que viabilizo nuevas fórmulas de relaciones internacionales.
Bajó la rectoría del doctor Martínez Viademonte en la Secretaría de Estado, se firmaron el Convenio de Cooperación Militar y Naval con los Estados Unidos, Tratado de Amistad con China, el Convenio Postal sobre Radiocomunicaciones con la República de Colombia, Tratado de Cooperación Militar y Naval con México y Tratado de Comercio con Chile.
Durante este período se reconoció a la URSS, estableciéndose relaciones con su gobierno, y se decretó el rompimiento de relaciones diplomáticas con el gobierno de Vichy a raíz de la ocupación del territorio francés por Alemania.
Le sucedió en el cargo de Secretario el doctor Emeterio S. Santovenia y Echaide, quien logró reorganizar notablemente el Servicio Exterior de Cuba, así como firmar el Convenio de Pagos con España, de trascendente importancia para la economía cubana, ya que descongeló los créditos cubanos y restableció las relaciones comerciales entre ambos países.
A iniciativa suya, también se reglamentó la entrega de las Cartas de Ciudadanía, transformando este hecho, sencillo hasta entonces, en solemne ceremonia; cómo lo debe ser la adquisición de una nueva ciudadanía por extranjeros que se asimilan a la vida republicana de nuestro país.
Ya en estos momentos, aquel pequeño departamento que en 1904 se denominaba Secretaría de Estado y sólo tenía una Dirección, con los Negociados de Cancillería y Asuntos Políticos, Asuntos Contenciosos, Asuntos Comerciales, Asuntos Consulares, Contabilidad, Interpretación de Lenguas, y de Personal y Bienes, se transformó en un amplio departamento llamado Ministerio de Estado, y el Servicio Exterior cubano cobró la importancia que por la índole de las funciones encomendadas requería.
Contaba en 1943 el Ministerio de Estado (la denominación de Secretaría fue modificada por precepto constitucional, al promulgarse la Carta Magna de 1940) con: una Dirección del Protocolo; otra de Relaciones Culturales, que contaba con la Sección de Archivo Diplomático y Biblioteca; el Negociado de Biblioteca; el Negociado de Información y Publicidad y el Negociado del Boletín Oficial; una Dirección Política con los Negociados de Cancillería y Archivo de Tratados; de Legalización de Firmas; Servicio de Valijas; Oficina de Conexión con las Instituciones Internacionales; Negociado de Asuntos Contenciosos y Judiciales; Negociado de Asuntos Políticos de Europa, Asia, África y Oceanía; Negociado de Correspondencia Confidencial y Cifra; Dirección de Asuntos Generales; Negociado de Archivo y Canje Internacional; Negociado de Registro General de Correspondencia; Negociado de Interpretación de Lenguas; Oficina Panamericana; Dirección de Ciudadanía y Migración; Consultaría Diplomática; Oficina de Personal, Bienes y Pagos; Negociado de Personal; de Pagaduría y Material; Oficina de Visas; Oficina de Visas Diplomáticas; Oficina de Medallas a los Veteranos de la Guerra Hispano Cubano Norteamericana; Oficina de Control, etc.
Un somero estudio de la política internacional cubana seguida a partir del año 1933, permite afirmar que Cuba ocupó en el concierto de las naciones civilizadas planos destacadísimos que consolidaron el prestigio internacional de que siempre gozó nuestra República.
Al iniciarse el gobierno del Presidente doctor Ramón Grau San Martín en octubre de 1944, la Cancillería cubana preveía ya la terminación de la Segunda Guerra Mundial y la necesidad de orientar la política internacional hacia la formación de una conciencia de paz, capaz de asimilar el país a la etapa de la postguerra, tanto en el orden político como económico y social.
Al efecto, las principales oficinas del Departamento de Estado cubano se dedicaron a estudiar el “aporte de Cuba a la paz mundial”, recomendando las medidas más adecuadas a los intereses de la democracia.
Ya nuestros delegados habían concurrido a la Reunión de Chapultepec, en México, e informado sobre nuestra posición ante el grave conflicto mundial y los fenómenos de la postguerra.
Cuba, para vigorizar sus nexos con las naciones tradicionalmente amigas, recpnoció los gobiernos de Italia y Guatemala, dando un paso de avance a favor de la futura confraternidad de las naciones.
El nuevo “status” que había de darse a las derrotadas potencias del Eje, los Tratados de Paz que habrían de suscribirse y el eficaz funcionamiento de la Organización Internacional (ONU) creada para sustituir a la extinguida Liga o Sociedad de las Naciones, fueron temas de especial interés para la Cancillería cubana.
En la Conferencia de Paz de las Naciones Unidas celebrada en París, para tratar sobre la paz con Italia, Rumania, Bulgaria, Hungría y Finlandia, Cuba consignó su protesta contra el hecho de que no participasen en esa reunión todos los firmantes de la Declaración de las Naciones Unidas, de 1ro de enero de 1942, por estimar que constituía una violación de los compromisos contraídos respecto a no hacer la paz o armisticio por separado con el enemigo.
Nuestro Gobierno mantuvo en este sentido el criterio de que las reuniones internacionales deben desenvolverse sobre la base de igualdad de derechos de todos los Estados.
Abundando en estas razones, Cuba había combatido desde el primer momento el llamado derecho al veto y, oportunamente, hubo de solicitar de las Naciones Unidas una reunión especial en que pudiera tratarse de la supresión del veto, conferido a las Grandes Potencias. En las reuniones de San Francisco y Londres, ya nuestros delegados se habían pronunciado contra el veto, ratificando así Cuba su actitud de mantener el principio de igualdad entre los Estados en las relaciones internacionales y la defensa de la soberanía de las pequeñas nacionalidades.
Un gran éxito de la diplomacia cubana fue, en el año 1946, la concesión, por los Estados Unidos a Cuba, del traspaso de las bases militares y Navales construidas en territorio cubano con la cooperación del Gobierno norteamericano, para la defensa del continente; dando cumplimiento, así, a las estipulaciones fijadas en los Convenios Secretos para la Cooperación Militar entre nuestra República y los Estados Unidos.
En los meses de septiembre y octubre de 1946 tuvo lugar en Londres la reunión del Comité Preparatorio de la Conferencia Internacional sobre Expansión del Comercio y Empleo, a la que Cuba envió una delegación que logró la aprobación de un acuerdo según el cual se recomendaba establecer la obligación de que todos los países habrían de comprometerse a eliminar las condiciones envilecidas de trabajo y otorgar a los obreros la mayor suma de beneficios sociales.
Al mantener esta tesis, concordante con el programa de acción social que desde los primeros momentos inició el Gobierno de nuestro país, Cuba buscaba la forma de resguardarse, en el mercado internacional del azúcar, de la competencia que pudieran hacerle productores con salarios envilecidos.
En esta Conferencia, y también por gestión de Cuba, se logró que los países participantes reconocieran la necesidad de insertar en la Carta de la Organización Internacional de Comercio el principio de que el desenvolvimiento progresivo de los recursos económicos de todas las naciones del mundo no sólo es deseable en sí mismo como un medio de elevar las condiciones de vida en determinado país, sino también como vehículo de expansión del comercio internacional, para beneficio de todos los países interesados en el mismo.
Dos puntos fundamentales de nuestra novel política exterior pueden destacarse en la etapa de Gobierno del doctor Grau: la “Doctrina Contra la Agresión Económica” y el “Salario de Subsistencia”, llevado este último como moción cubana a la Conferencia de Nutrición y Alimentación celebrada en Montevideo.
La primera doctrina procuraba eliminar, como medida de seguridad y paz continentales, cualquiera agresión de tipo económico, se aprobó en la IX Conferencia Internacional Americana de Bogotá, consolidándose el criterio jurídico de Cuba que, sobre esta materia, había ensayado sin resultado la delegación cubana asistente a la Reunión Interamericana para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad del Continente, de Río de Janeiro, el año anterior.
El Salario de Subsistencia fue también otro ensayo afortunado en la política exterior cubana, en el orden económico. Por esta nueva modalidad se recomendaba, a los distintos gobiernos, promover todas las medidas de carácter económico, así como cualesquiera otras que fueran adecuadas y posibles de realizar, tales como el establecimiento del salario integral de subsistencia, con objeto de cubrir las necesidades biológicas y sociales del hombre en todos los sectores de la economía nacional
Esta medida surgió como resultado de las vastas experiencias logradas en el campo social para a elevar el “standard” de vida del trabajador, tanto manual como intelectual, en todos los países, basándose en razones y fundamentos jurídicos que habían sido reconocidos en otras reuniones internacionales.
Por ella se tiende a eliminar el llamado “salario mínimo”, para sustituirlo por el “salario de subsistencia”, nueva concepción económico- social; pues el Estado que mantenga o tolere jornales de miseria puede facilitar la creación de ambientes o climas propicios a políticas extremistas, de peligrosidad para los regímenes democráticos, según dicho concepto.
En el orden económico, significó también un notable triunfo cubano la celebración, en nuestra capital, de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Empleo, que determinó la aprobación y firma, en 24 de marzo de 1948, de la denominada “Carta de La Habana”, después de una conferencia que se prolongó por varios meses.
Fue La Habana, también, sede de la reunión de la CEPAL, o sea, de la Comisión Económica para la América Latina, creada por el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas.
Cuba logró en esta reunión continental el reconocimiento de importantes mociones sobre el desarrollo económico de la América latina, que ratificaron una vez más lo acertado de la política social auténtica.
Igualmente participó Cuba en la Reunión de la Organización de Alimentos y Agricultura (FAO), celebrada en Washington, donde se trató fundamentalmente sobre los llamados “productos escasos”.
Ya en este período, la República de Cuba ostentaba, como miembro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), un cargo de miembro no Permanente del Consejo de Seguridad de ese organismo.
Debido a ello, el Gobierno había desligado esta representación de la Embajada en Washington, designando al efecto un Embajador Especial ante la ONU y otro ante la Organización de los Estados Americanos (OEA).
El otorgamiento del Derecho de Asilo, en la Embajada de Cuba en Perú, a dos prominentes personalidades de dicha nación, ambos ex presidentes de la Cámara de Diputados de la misma; y la negativa de aquel Gobierno a facilitar los salvoconductos para la salida del territorio peruano a los políticos asilados, originó un grave planteamiento. El Gobierno de Cuba mantuvo, con firmeza característica en este tipo de procedimiento, que la calificación del delito corresponde a la nación que asila, de acuerdo con los Convenios de La Habana y de Montevideo y con la práctica internacional. Este principio fue llevado a la Comisión Inter americana de Paz y más tarde a la Corte de Justicia Internacional de La Haya donde triunfó la tesis sustentada por Cuba.
El caso específico de Haya de la Torre, líder del Aprismo, refugiado en la Embajada de Colombia en el Perú tras la sublevación de El Callao, fue otro triunfo más de Cuba en el orden internacional; al reconocer la Corte Internacional de Justicia el derecho de Cuba a intervenir en la polémica entre Perú y Colombia sobre el derecho de asilo y defender la mencionada tesis que le ha sido tradicional.
Por acuerdo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), se confirió a Cuba el honor de ser elegida para instalar en La Habana el Centro Regional de dicha organización, permitiéndosele así cooperar , más estrechamente en las manifestaciones de la cultura universal.
Otro acontecimiento de importancia para Cuba fue la celebración, en La Habana, de las reuniones efectuadas por la Comisión Americana de Territorios Dependientes, encaminadas a suprimir el coloniaje en América y a propiciar soluciones de las discrepancias existentes entre algunas Repúblicas americanas y naciones extracontinentales por la ocupación de territorios americanos.
Cuba tuvo la ocasión de dejar definida una vez más, en esta reunión, su posición tradicional contra todo sistema colonial y el derecho que tienen los pueblos para que se les ofrezcan las oportunidades de manifestarse, expresa y libremente, a fin de decidir sobre sus propios destinos.
Como muestra de su adhesión al principio de la evolución pacífica y democrática de los territorios y pueblos dependientes, el Gobierno de Cuba procedió a reconocer a los tres Estados Asociados de la Indochina Francesa, a saber: Vietnam, Cambodia y Laos, reafirmando su política de apoyo a las tendencias democráticas, de las cuales los Estados de Indochina constituyen un baluarte y dando una nueva prueba de su decidida actitud anticolonialista.
Igualmente, en el problema chino, Cuba mantuvo en el Consejo de Seguridad de la ONU su posición tradicional al no propiciar oportunidades a la extensión de la influencia totalitaria y al manifestar su oposición a la suplantación por la fuerza de regímenes legalmente constituidos.
Manteniendo su política de respeto a los convenios y de activa colaboración internacional, Cuba reconoció aquellos gobiernos que se desarrollaron en un plano de sentimientos democráticos y de respeto a los compromisos internacionales.
La tesis cubana, en el sentido de que el fortalecimiento de las instituciones democráticas (que traería como consecuencia la supresión de corrientes de exilados) habría de ser el medio mejor para terminar con las perturbaciones en América y específicamente en la Zona del Caribe, fue recogida por el Órgano Provisional de Consulta y llevada a una recomendación específica.
Así, pues, los asuntos que eran objeto de examen por parte de los Gobiernos de Cuba y de la República Dominicana dieron lugar, en virtud de una instancia de este último país, a la aplicación del Tratado de Asistencia de Río de Janeiro; constituyéndose el Consejo de la Organización de los Estados Americanos en Órgano Provisional de Consulta y nombrándose una comisión investigadora.
Al ser examinado el informe rendido por dicha comisión, en Washington, concurrió personalmente el Ministro de Estado cubano para exponer los puntos de vista que sustentaba nuestro Gobierno; y como resultado de los mismos, el Órgano Provisional de Consulta reconoció la responsabilidad directa de la República Dominicana en las perturbaciones del Caribe e hizo incluir una referencia a dicha responsabilidad en el texto de las resoluciones definitivas que fueron adoptadas.
En la IV Reunión de Cancilleres, celebrada en Washington, la República obtuvo un triunfo de primordial trascendencia para el fortalecimiento de la democracia en el Continente, al lograr la aprobación de una resolución presentada por la delegación cubana, intitulada “Fortalecimiento y Ejercicio Efectivo de la Democracia”, en el que, por primera vez en una reunión internacional, se llegó al acuerdo de llevar a una convención aquellos principios según los cuales la seguridad interna de nuestros países tiene por base la confianza y el respaldo que los pueblos den a sus respectivos gobiernos, lo cual no podrá lograrse mientras no exista en cada país un sistema efectivo de democracia representativa que ponga en práctica los derechos y deberes del hombre y la justicia social.
Insistiendo en sus doctrinas tradicionales, el Gobierno cubano logró la aprobación, en la reunión de Río de Janeiro, y por el Comité Jurídico Interamericano, de que en el reconocimiento de los Gobiernos establecidos por la fuerza se tuviese en cuenta la garantía que ofrecieran estos regímenes a los derechos de la persona humana.
En el aspecto económico, la política internacional de Cuba tuvo como objetivo fundamental el progreso de la economía-nacional, protegiendo y estabilizando los sectores agrícolas e industriales.
Todo esto ajustado a los principios sociales y lineamientos económicos del Autenticismo, que a través de sus rectores declaró siempre que todo desarrollo de orden económico debía ir aparejado a un progreso social, es decir, al mantenimiento y la elevación, justos y adecuados, de los niveles de vida de los trabajadores.
Bajo esta orientación, la Cancillería cubana mantuvo en todo momento una serie de negociaciones encaminadas a garantizar la venta más beneficiosa de nuestro producto básico: el azúcar; asegurándole mercados, tanto en los Estados Unidos como en Europa, donde se lograron algunas negociaciones importantes, al firmarse convenios o arreglos comerciales con la Gran Bretaña, Alemania y otros países.
Tras el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 fue designado para ocupar el Ministerio de Estado el doctor Miguel Ángel de la Campa.
Durante su gestión se formaron acuerdos comerciales con Chile, mejorando nuestras posibilidades de exportación de azúcar y tabaco. Con el Gobierno de España se acordó un nuevo Régimen de Pagos, cuyos resultados derivaron en el incremento de las exportaciones de tabaco torcido a dicho país. También se formalizó con el Gobierno de Francia un acuerdo relativo a ventas de azúcar, bajo condiciones crediticias favorables.
También se llegó a un acuerdo con el Gobierno de Estados Unidos, en la cuestión de las importaciones de arroz procedentes de dicha nación, que desde hacía tiempo venía afrontando dificultades; se celebraron conversaciones con la Misión Japonesa de Buena Voluntad y Comercio, que visitó la Isla, obteniéndose como resultado un intercambio de notas en el que se sentaron las bases para la concertación de un tratado de comercio, con el fin de incrementar en el futuro las relaciones comerciales recíprocas.
En 1959, tras el triunfo de la Revolución Cubana, el Ministerio fue abolido y se creó el 23 de diciembre de ese año el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Ministros de Estado de la República de Cuba
Foto
Nombre
Comienzo en el cargo

Carlos de Zaldo y Beurmann
20 de mayo de 1902

Carlos Ortiz Coffigny
16 de agosto de 1904

Juan Francisco O´Farrill Chapottin
6 de marzo de 1905

Justo García Vélez
28 de enero de 1909

Manuel Sanguily Garrite
22 de enero de 1910

Cosme de la Torriente Peraza
20 de mayo de 1913

Pablo Desvernine Galdós
10 de enero de 1914

Rafael Montoro Valdés
20 de mayo de 1921

Carlos Manuel de Céspedes y Quesada
17 de junio de 1922

Rafael Martínez Ortiz
18 de noviembre de 1926

Francisco María Hernández Hernández
31 de diciembre de 1930

José Clemente Vivanco Hernández
6 de mayo de 1931

Orestes Ferrara Marino
1ro de abril de 1932

Carlos Manuel de Céspedes y Quesada
12 de agosto de 1933

Guillermo Portela Moller
9 de septiembre de 1933

Manuel Márquez Sterling Loret de Mola
13 de septiembre de 1933

Cosme de la Torriente Peraza
20 de enero de 1934

José Barnet y Vinageras
26 de febrero de 1935

José Manuel Cortina García
20 de mayo de 1936

Rafael Montalvo Morales
24 de diciembre de 1936

Juan Remos Rubio
1ro de marzo de 1937

Miguel Ángel de la Campa Caraveda
10 de junio de 1939

José Manuel Cortina García
10 de octubre de 1940

José Agustín Martínez Viademonte
18 de agosto de 1942

Emeterio Santovenia Echaide
9 de marzo de 1943

Jorge Mañach Robato
7 de marzo de 1944

Gustavo Cuervo Rubio
10 de octubre de 1944

Alberto Inocente Álvarez Cabrera
12 de octubre de 1945

Ángel Solana García
30 de abril de 1947

Rafael Pérez González Muñoz
13 de mayo de 1947

Carlos Hevia y Reyes Gavilán
10 de octubre de 1948

Ernesto Dihigo y López Trigo
7 de febrero de 1950

Miguel Ángel de la Campa Caraveda
7 de mayo de 1951

Oscar Gans Martínez
30 de agosto de 1951

Aureliano Sánchez Arango
2 de octubre de 1951

Miguel Ángel de la Campa Caraveda
10 de marzo de 1952

Andrés Domingo Morales del Castillo
1955

Carlos Saladrigas Zayas
1955

Gonzalo Güell y Morales de los Ríos
1956

Roberto Daniel Agramonte Pichardo
1959
Ministros de Relaciones Exteriores
Foto
Nombre
Comienzo en el cargo

Raúl Roa García
1959

Isidoro Malmierca Peoli
1976

Roberto Robaina González
1993

Felipe Pérez Roque
1999

Bruno Rodríguez Parrilla
2009

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